De cómo los sionistas “salvaron a los judíos” durante la segunda guerra
mundial...
Cada año, el mes de junio me trae a la memoria los recuerdos de la
guerra. Para el pueblo judío, la guerra representó una terrible tragedia
–murió un tercio de los judíos, fueron aniquiladas comunidades enteras,
entre las más ancestrales y más ricas de tradiciones. ¿Por qué tal cosa?
¿Por qué ese pueblo, más bien enérgico por lo general, no pudo evitarlo?
Más allá de los responsables directos, evidentes, --los nazis--, también
hubo otros culpables, que aportaron lo suyo para que tuviera lugar esa
tragedia; unos por ignorancia, otros por indiferencia hacia la vida
ajena, otros más por razones ideológicas.
Según cuentan, érase una vez un pobre gorrioncillo a punto de morirse de
frío, que se salvó al calor del estiércol de unas vacas, hasta que por
fin el gato le clavó el diente. Moraleja: “no todos los que te dan asco
son tus enemigos, pero tampoco todos los que te sacan de la mierda son
siempre tus amigos”: me vuelve a la mente este cuento a la hora de
ponerme a relatar las extrañas relaciones bilaterales que existieron
entre los judíos y el movimiento sionista.
Antes de proseguir, formulemos un reproche fundamental en contra del
sionismo: este movimiento vio la luz, en sus inicios, para proteger y
salvar a los judíos (amenazados) y en primer lugar a los judíos de
Europa oriental. Pero, en lo sucesivo, se fijó como tarea esencial la
creación y perennización de un estado judío en Palestina. Para alcanzar
esta meta, el movimiento sionista estaba dispuesto –como sigue estando,
hasta hoy día– a sacrificar los intereses de los judíos. Es lo que
ocurrió, incluso durante la segunda guerra mundial.
Para habitantes de la Unión soviética, esta acusación no tenía nada
sorprendente. Pues el sionismo era contemporáneo del bolchevismo y como
este, se había desarrollado con la palabra de orden “no se sabría talar
el bosque sin que vuelen los copos”. Pero he aquí la diferencia: para
los bolcheviques, el objetivo era universal: la edificación del
socialismo en Rusia, la realización de la felicidad para todos. Mientras
que para los sionistas, se trataba de fundar un estado poderoso en el
Medio Oriento, que tomara la sucesión del imperio del Rey Salomón. Y
para llevar a cabo semejante “noble menester”, valían todos los
recursos...
Sabbattai Beit-Tsvi, un viejo judío ruso, había trabajado toda su vida
en los archivos de la agencia judía en Tel Aviv. Una vez que se hubo
jubilado, había “publicado” en 1977, un “samizdat” (es decir,
costeándose él), de unas quinientas páginas, formato in cuarto, con el
título algo estrambótico de La crisis del sionismo post-ugandés en
los días de la catástrofe de los años 1938-1945. Esta obra había
permanecido desapercibida de muchísimos lectores, y la introducción, así
como la conclusión, --espantosas ambas— dedicadas al papel del
movimiento sionista en la tragedia de los judíos de Europa, terminaron
produciendo el efecto de una bomba hace unos seis años, más precisamente
cuando las citó el historiador israelí (de lo más oficial e unánimemente
reconocido) Dina Porat. Desde entonces, su trabajo ha sido utilizado
repetidas veces por historiadores que no siempre han tenido la
delicadeza elemental de referírselo a nuestro jubilado, que sigue ahí
desde años ha, sustraído a los mundanales honores.
Sin perderme en los arcanos de este pasado lejano, diré que al utilizar
la expresión “sionismo post-ugandés”, Beit-Tsvi tenía en mente el
movimiento sionista tal como se había formado cuando el siglo veinte
apenas balbuceaba, es decir que el sionismo del que se trata es el
sionismo propiamente dicho, el sionismo del siglo veinte. Según Beit-Tsvi,
el sionismo conoce entonces una grave crisis: se divide sobre la
cuestión de saber si se debía o no aceptar la proposición de Inglaterra
de crear un estado judío en Uganda. Los que tenían la preocupación del
destino del pueblo judío eran favorables al proyecto ugandés (eran estos
los “minoritarios”) pero los “palestinocentristas” (“mayoritarios”)
triunfaron y se dedicaron sin tardanza a edificar un estado judío en
Palestina a cualquier precio, aunque fuese en detrimento del pueblo
judío. En particular, esto se hizo sentir en los días del triunfo del
nazismo, cuando el pueblo judío no logró salvar a una tercera parte de
los suyos del exterminio; el caso es que salvar a unos judíos era lo
que menos les importaba a los sionistas, si los rescatados no emigraban
a Palestina. Por otra parte, no existía entonces todavía movimiento
judío propiamente no sionista (existía un pequeño núcleo, embrionario,
pero no gozaba de ninguna influencia notable).
“En diciembre de 1942, cuando el carácter masivo de la exterminación de
los judíos de Europa se hizo patente (escribe Beit-Tsvi), el hombre que
iba a convertirse (en 1963) en el tercer presidente de la república de
Israel, Zalman Shazar, formuló la siguiente pregunta, meramente
retórica: ¿por qué nosotros (el movimiento sionista) no nos enteramos?
¿Por qué pudieron los nazis tomarnos desprevenidos? Mientras tanto otro
participante en la misma reunión de los dirigentes del movimiento
sionista, Moshé Aram, declaraba por su lado: “Nosotros hemos sido
cómplices involuntarios de la masacre” (refiriéndose a los que sabían,
pero no habían hecho nada).”
“La organización sionista realizó la hazaña de “no saber nada” de la
catástrofe hasta el otoño de 1942 y si lo logró, es por la sencilla
razón de que no quería saber nada”, prosigue Beit-Tsvi. Luego determina
en qué momento los nazis decidieron proceder a la eliminación
sistemática de los judíos: evidentemente, fue en el verano de 1941, como
lo demuestra el hecho de que el primer documento de archivo relativo a
esta decisión lleva fecha del 31 de junio de 1941. La erradicación
proyectada de los judíos era un secreto absoluto y si los países
enemigos de Alemania lo hubieran conocido, habrían podido detener o por
lo menos retener o denunciar la puesta en práctica de la orden no
escrita de Hitler. Pero el movimiento sionista no estaba interesado en
la publicidad, y se comportó de manera totalmente irresponsable : cuando
aún no había estallado la segunda guerra mundial, en 1939, cuando el 21
congreso del movimiento sionista reunido en Ginebra, un cacique del
sionismo (se trataba del futuro primer presidente de la República de
Israel, Chaim Weizman) le declaró la guerra a Alemania, (nada menos) no
en nombre de los judíos de Palestina, ni siquiera en nombre del
sionismo, sino en el nombre del conjunto del pueblo judío... El 21 de
agosto de 1939, esta ‘declaración de guerra’ fue dada a conocer, lo que
les permitió a los nazis decir más adelante que “los judíos tienen la
culpa de la guerra”. Desde el punto de vista de Beit-Tsvi, esto traducía
elocuentemente la posición egocéntrica de los sionistas, que hacían
prevalecer constantemente su propio punto de vista por encima del
enfoque del conjunto del pueblo judío, sin importarles en lo más mínimo
la suerte de la gente...
La prensa prosionista cumplió con las consignas de sus dirigentes, y aún
cuando aparecieron en los periódicos, el 16 de marzo de 1942 –fundándose
en una carta del comisario nacional soviético Molotov— los primeros
testimonios de exterminaciones masivas de judíos, después de Babi Yar y
otras matanzas, desde el mismo día siguiente, 17 de marzo de 1942, se
podía leer en los diarios hebreos publicados en Palestina una desmentida
oficial, según la cual las noticias que daban fe de centenares de miles
de judíos matados eran ‘mentiras y exageraciones’. Molotov daba
constancia de 52 000 judíos masacrados en Kiev: el diario sionista
Davar retoma sus dichos, con una restricción importante: ‘según
nuestros propios datos, la mayoría de las personas muertas en Kiev no
eran judías en absoluto’. En otros diarios, tampoco se retomaron tales
cuales las informaciones dadas por Molotov y se ofrecieron otras, ‘de
primera mano’, especialmente lo de que “en Kiev, fueron en realidad sólo
mil judíos los que fueron muertos”. Beit-Tsvi cita decenas de diarios
sionistas, y en todos, sin excepción, se encuentra el mismo leit-motiv:
no se tiene conocimiento de ningún genocidio: no son más que puras
mentiras. “Hay que cuidarse de no regar rumores’, escribía, al día
siguiente, el diario Ha-Tsofé, ‘el pueblo de Israel ya tiene que
cargar con tantos pecados: no hace falta añadir la mentira, para colmo!”
Pero no era la prensa la que tenía la culpa, prosigue Beit-Tsvi: la
comunidad judía de Palestina no quería oír noticias desagradables
procedentes de Europa. Entonces, “todo un ejército de escritores,
comentaristas, editorialistas abrumó a los lectores con artículos
calmantes y con explicaciones endulzadas. Sólo el movimiento de
oposición ‘Brit Shalom’, agrupando partidarios de la paz con los árabes,
dio crédito a la misiva de Molotov, pero nadie le hizo caso...
Por la misma época, prosigue Beit-Tsvi, los dirigentes sionistas
conocían cuál era la verdadera situación. Sabían, pero eso no les
interesaba –y no sólo en Palestina, sino también, en Londres y en Nueva
York. No se podía esperar la menor simpatía de su parte: a algunos, como
Ben Gorrión, les tenían sin cuidado los judíos de Europa, otros se
rebelaban, sugiriendo que los judíos ‘iban al matadero como carneros’ y
‘no luchaban como hubieran luchado los héroes legendarios de los tiempos
bíblicos...”
Tal silencio se explica por cuestiones de dinero. Beit-Tsvi cuenta en
detalle cómo los sionistas se opusieron a los esfuerzos que procuraban
dedicar medios financieros importantes de la organización sionista (y
por lo tanto del pueblo judío) al rescate de los judíos amenazados.
El 18 de enero de 1943, las noticias acerca de las matazas de judíos
habían tomado tal amplitud, fuera de lo común, que se había hecho
imposible ocultarlas y había que debatir sobre el asunto. Durante una
reunión organizada por dirigentes sionistas, la posición que ganó fue la
de Yitzhak Grinbaum: no dar un kópek para rescatar a los judíos, e
impedir de cualquier manera la colecta de recursos dedicados a este fin.
“Esto es peligroso para el sionismo, no podemos dar dinero sacado de las
cajas del movimiento sionista (Keren Ha-esod) aunque sea para salvar
judíos. Tendríamos dinero suficiente para hacerlo, pero debemos
conservar estos recursos financieros para nuestra propia lucha. El
sionismo ante todo: esta fue nuestra respuesta a los que intentasen
apartarse de nuestra misión primera con tal de salvar a los judíos de
Europa”. Durante la misma sesión (memorable), Yitzhak Grinbaum era
elegido ‘ministro encargado del rescate de los judíos europeos”...
Beit Tsvi cita decenas de declaraciones y actas de aquella época: “En
mayo de 1942, el jefe de los sionistas americanos, Abba Hillel Silver,
define las dos misiones fundamentas a las que los sionistas de los
Estados Unidos estaban confrontados: la educación nacional
(¿nacionalista?) y la popularización de la idea de un estado judío
independiente. Acerca del rescate de los hermanos, ni una palabra. En
octubre de 1942, Ben Gorrión define las tres tareas fundamentales del
sionismo: la lucha contra las trabas a la inmigración de los judíos (a
Palestina), la constitución de fuerzas armadas judías y la creación de
un estado judío en Palestina, una vez que terminara la guerra. Sobre el
rescate de los judíos (en camino de ser exterminados): ni una palabra.
Pero el movimiento sionista no se conformó con ser totalmente
indiferente a la necesidad de salvar a los judíos: se las ingenió para
hacer fracasar todos los planes de rescate elaborados en el marco de la
conferencia de Evian. Beit-Tsvi le dedica un capítulo entero de su libro
a este sabotaje, y demuestra la influencia absolutamente ilimitada de
los sionistas sobre la gran prensa así como su capacidad a adueñarse de
las opiniones. La conferencia de Evian había sido convocada en marzo de
1938 bajo la iniciativa del presidente Roosevelt, a fin de ayudar a los
judíos a abandonar Alemania, que acababa de anexar a Austria. Al
principio, el mundo judío manifestó un gran entusiasmo por esta
iniciativa y bautizó incluso esa conferencia “Conferencia de la
conciencia mundial”. El movimiento sionista tenía la esperanza de que la
conferencia le concediera Palestina al doblamiento judío, y que allí se
tomara una resolución conminando a Gran Bretaña –potencia mandataria en
Palestina— a recibir a los refugiados judíos.
Pero el caso fue distinto. La conferencia de Evian se dedicó a elaborar
planes para salvar a los judíos, y no a ningún plan de traslado a
Palestina. Todos los representantes de los distintos países que
participaban en la conferencia evocaron la posibilidad de acoger
refugiados en su territorio respectivo, y se cuidaron de ejercer la
menor presión (forzosamente ofensiva) sobre Inglaterra. Ahí fue cuando
el parecer de los sionistas sobre esa conferencia cambió del todo,
escribe Beit-Tsvi, la cólera sustituyó al entusiasmo y las esperanzas se
transformaron en desilusión. Muy señalada fue la intervención del
dirigente del movimiento sionista mundial, Chaim Weitzman: “si la
conferencia no se pone de acuerdo sobre la resolución del problema de
los judíos de una vez por todas por medio de su traslado a Eretz Israel,
no hay por qué seguir”. Inmediatamente, toda la prensa sionista desató
una campaña histérica, escribiendo: “nos rechazan y nadie nos
reconforta: el mundo ha perdido toda conciencia”.
Pero los observadores no sionistas estaban optimistas: la conferencia
había despertado la esperaza de ver a todos los emigrantes (judíos)
potenciales admitidos en los distintos países participantes. Esta
esperanza estaba fundada, y es precisamente la razón por la cual los
sionistas se las ingeniaron con todas sus fuerzas para sabotearla,
exitosamente. Beit –Tsvi cita la carta de un dirigente sionista, George
Landauer, a uno de sus homólogos, Stephan Weiz: “Lo que nosotros los
sionistas tememos por encima de todo, es que la conferencia de Evian
incite a las organizaciones judías a colectar fondos para financiar la
reinstalación de los refugiados judíos en los países participantes, lo
cual gravaría nuestra propia colecta de fondos destinados a nuestros
propios objetivos”. Beit-Tsvi resume las palabras del jefe de los
sionistas Chaim Weizmann: “Para financiar el arribo de los refugiados
judíos a otros países, se necesitará mucho dinero lo cual significará
que las finanzas sionistas entrarían en quiebra. Si la conferencia es
exitosa (es decir, si permite a los judíos perseguidos huir de la
Alemania nazi), perjudicará al sionismo sin remedio. Dios no lo quiera:
en caso de que los países participantes en la conferencia proclamen su
generosidad e inviten a los judíos de Alemania a refugiarse en sus
territorios respectivos, sería el fin del proyecto sionista en
Palestina: los refugiados se regarían por una multitud de países, los
judíos dejarían de darnos dinero, y los ingleses no concederían permisos
para inmigrar a Palestina!”
Además, otros dirigentes del sionismo se ‘interesaron’ por la idea de
salvar a los judíos (en la conferencia de la todo poderosa Agencia
judía, el 26 de junio de 1938: Grinbaum evocó “el horrible peligro de
Evian” y David Ben Gorrión declaró personalmente que en caso de tener
éxito, la conferencia le asestaría un golpe terrible al sionismo. La
misión primera de los sionistas, agregó, es denigrar la buena imagen
producida por la conferencia y esforzarse por sabotearla, no permitirle
adoptar una resolución ejecutiva. Esto fue lo que hicieron: una
delegación de empleaduchos se llegó a la conferencia, y disuadieron a
los delegados de los demás países, insinuándoles: “pero a ver, ¿por qué
diablos necesitan ustedes inmigrantes judíos en su tierra, que van a
hacer con ellos?”
La historia se quedó con el punto de vista de los sionistas. Pero lo
cierto es que sintieron un gran despecho al ver que la conferencia no
manifestó el menor deseo de ejercer presiones sobre Gran Bretaña y que
el traslado de los judíos a Palestina no había prevalecido. Los
sionistas sabotearon las tentativas desplegadas por todos los países
occidentales con vistas a salvar a los judíos de la Alemania nazi: era
preferible que desaparecieran en Dacha, y no que se fueran a meter en
cualquier país que no fuera el futuro Israel. Evidentemente, en esa
época, en 1938, nadie contemplaba seriamente la posibilidad de un
exterminio masivo, pero no quita que los sionistas cargan con la
responsabilidad de haber saboteado la conferencia, ayudando así, de
manera objetiva, a que miles de judíos fueran exterminados. En realidad,
los nazis sólo querían ‘quitarse de encima’ a los judíos, deportarlos:
pero ¿a dónde? Los judíos de Alemania, a diferencia de muchos judíos
soviéticos de hoy en día, eran patriotas y estaban muy arraigados a su
tierra: no querían dejarla, aún en las pruebas peores. A pesar de las
leyes de Nuremberg, de los pogromos, de la discriminación, el número
anual de los judíos emigrantes decayó, alcanzando como punto más bajo la
cifra de 20 000 personas. En total, de 1933 a 1938, son solamente 137
000 judíos los que salieron de Alemania. Este ritmo, demasiado lento a
sus ojos, irritó a los nazis, deseosos de ‘librarse’ de los judíos
cuanto antes. La conferencia de Evian tenía por objetivo resolver ese
problema: los judíos echados (de Alemania) debían tener adonde ir y
radicarse.
Existía una posibilidad de entendimiento: Alemania había aceptado no
expulsar a 200 000 judíos muy mayores, y los demás países estaban
dispuestos a recibir aproximadamente medio millón de personas en un
período de tres o cuatro años. Entre estos: Estados Unidos (100 000);
Brasil (40 000); República dominicana (100 000) etc. Beit Tsvi relata en
detalle cómo los sionistas hicieron fracasar todos los planes de
emigración de los judíos, el plan Rabli igual que los demás. El futuro
ministro de asuntos exteriores israelí Israel Moshe Sharett (Tchertok)
declaró, en ocasión del comité de dirección del movimiento sionista, el
12 de noviembre de 1938 (dos días después de la Noche de Cristal, masivo
pogrom de masa, matanza de judíos en Alemania): “la Agencia judía no
debe ser cómplice de la emigración de los judíos hacia otros países.”
Yitzhak Grinbaum, ‘ministro del rescate de los judíos’ se expresó en
términos aún más brutales: “Tenemos que hacerlo todo para impedir la
emigración organizada fuera de Alemania y encender una guerra abierta
contra ese país, sin preocuparnos por el destino de los judíos alemanes.
Por supuesto, serán los judíos de Alemania los que paguen la cuenta: y
¿qué le vamos a hacer?
Beit-Tsvi considera la declaración de ‘guerra contra Alemania’ por parte
de los sionistas como un error funesto. Para él, todo era aún
negociable, todavía se podían aplanar las tensiones y no involucrarse en
el engranaje infernal de bloqueos, boicot, aislamiento de Alemania. De
hacerse así, hubiera sido posible evitar que se tomaran medidas
antijudías. Así es cómo los sionistas sabotearon todas las tentativas
desplegadas con vistas a salvar a los judíos, que no se alzaran sobre
las ruinas de las aldeas palestinas, ni al precio del genocidio de los
palestinos. Esto no les convenía a los sionistas. Por lo tanto
sabotearon el plan de instalación de los fugitivos en la isla de
Mindanao, en Filipinas, que era la solución por la cual habían obrado
tesoneramente el presidente Roosevelt, así como otros proyectos, en
Guyana británica, en Australia, etc... cuando Chamberlain propuso
refugio y posibilidad de instalarse a los refugiados judíos en Tanganyka
(hoy en día Tanzania, en África oriental), el dirigente de los
sionistas de América, Stephen Weiss, puso el grito en el cielo: “ ¡ojalá
perezcan mis hermanos judíos de Alemania antes de irse a vivir en las
antiguas colonias alemanas.” Claro, Weiss no se imaginaba que la muerte
ya estaba acechando a los judíos de Alemania: para él, todo aquello no
eran más que ‘rumores’...
Aún más adelante, escribe Beit-Tsvi, los sionistas siguieron despiadados
con el pueblo judío. Así en abril de 1942, cuando las noticias de la
exterminación de los judíos se habían difundido ampliamente por el
mundo, el ‘ministro de asuntos exteriores’ del movimiento sionista
declaró: “no debemos perder el tiempo salvando judíos, si no es con
destino a Palestina”. Por la misma época, Chaim Weizman se siente
‘feliz’ al comprobar que no se ha podido encontrar refugio para los
judíos. El jefe del movimiento sionista americano, Stephen Weiss dio la
orden de que se dejara de enviar ayuda alimentaría a los judíos que se
estaban muriendo de hambre en el ghetto de Varsovia...
Beit-Tsvi analiza en detalle el ofrecimiento del presidente de la
República Dominicana, Trujillo, que proponía recibir a 100 000
refugiados judíos (con el objetivo de incrementar la población blanca,
introducir capitales y mejorar las relaciones de la república con los
Estados Unidos). Incluso allá (en el otro extremo del mundo), los
sionistas se encargaron de que el plan fracasara. Algunas decenas de
familias solamente se fueron a instalar a Santo Domingo. Se les cortó el
camino a los demás mediante los esfuerzos desplegados por la
organización sionista en todos los campos: los financieros no dieron el
dinero, los moralistas advirtieron que en Santo Domingo se oprimía a los
negros, los puristas escribieron que allá era casi imposible evitar los
matrimonios mixtos.... De modo que a principios de 1943, Chaim Weizman
pudo decir con evidente satisfacción que ese plan había quedado
definitivamente sepultado....
Uno de los relatos de pesadilla en el libro de Beit-Tsvi se refiere a
los navíos “Patria” y “Struma”. Durante años, o tal vez decenios, la
propaganda sionista estuvo contando que los refugiados judíos a bordo de
esos dos buques habían preferido morir, después que se les prohibiera
desembarcar en lo que se iba a convertir en Israel y que habían decidido
morir mediante la explosión. La propaganda sionista más cargada de odio
le echó la culpa de todo a los ingleses, incluso les achacó el haber
minado el “Patria” y torpedeado el “Struma”. Las palabras de Ben
Gorrión, en mayo de 1942, se habían tomado al pie de la letra: “Israel o
la muerte”, lo cual significaba en realidad que los sionistas no dejaban
a los judíos de Europa otra elección que la de morir o inmigrar (a
Palestina).
A bordo del “Patria” se encontraban nada menos que dos mil fugitivos,
esencialmente judíos de Checoslovaquia y de Alemania, el navío fondeaba
en el puerto de Haifa, en noviembre de 1940, antes de partir rumbo a la
isla de Mavriki. Inglaterra, potencia que ejercía la soberanía en
Palestina, no podía dejar entrar semejante número de inmigrantes
ilegales contra la voluntad del pueblo palestino, pero tampoco quería
que pereciesen los judíos, por lo cual decidió deportar a los refugiados
a una isla del Océano Indio, mientras terminara la guerra. Pero el mando
de Hagana, organización ilegal de combatientes judíos, que se convertirá
luego en ejército israelí, decidió impedir a cualquier costo esta
deportación (término más apropiado: transferencia) y con este fin,
acudió a las minas para hundir el “Patria”. La decisión la había
aprobado el ‘ministro de asuntos exteriores’ de la comunidad judía de
Tchertok-Sharett, en respuesta a la proposición de Shaul Avigur, que más
tarde dirigió los servicios secretos israelíes. Meir Mardor instaló la
mina en el sótano del barco, y desencadenó la explosión a eso de las
nueve de la mañana. El bajel se hundió en unos diez minutos,
ocasionando la muerte de dos cientos cincuenta fugitivos.
Sin un entramado de circunstancias, hubieran sido muchas más las
víctimas. Hagana quería utilizar una mina mucho más poderosa, pero no la
pudo acarrear a bordo del “Patria” a causa de la vigilancia intensiva
del puerto por parte del ejército inglés. “Por respeto a la solidaridad
nacional los sionistas opuestos a esta medida se quedaron callados”,
escribe Beit-Tsvi, aún cuando los sionistas intentaron echarle la
responsabilidad a... los ingleses, que habían salvado con increíble
abnegación a los desgraciados pasajeros del “Patria”...
No se conoce con precisión la suerte del “Struma” porque sólo se salvó
una persona. Pero Beit-Tsvi piensa que en ese caso también, el sabotaje
es altamente probable. (Hoy día, se suele contar que a este navío lo
torpedeó por equivocación un submarino soviético...). La dirección
recibió serenamente la noticia de que habían desaparecido trágicamente
los refugiados del “Patria”: “No han muerto en vano”, declaró Eliahu
Golomb. No obstante, conviene precisar que no se habían muerto
naturalmente, sino que se les había ayudado en ese sentido. El día de la
deportación de los refugiados a bordo del “Atlántico”, añadió el mismo,
traduciendo escrupulosamente el credo sionista, fue un día más negro aún
que aquel en que murieron los refugiados del “Patria”. Es mejor, al fin
y al cabo, que mueran los judíos, si no se les puede importar a Israel.”
A continuación, Beit Tsvi ofrece la relación de los esfuerzos
desplegados por los judíos ortodoxos americanos, en octubre de 1943, en
dirección al presidente Roosevelt y en Washington, con el fin de
solicitar ayuda para salvar a los judíos de Europa en peligro de muerte.
Estos esfuerzos fueron saboteados por los sionistas, que lo hicieron
todo para disuadir a Roosevelt de recibir la delegación, para no tener
que compartir con nadie más la influencia y la confianza de la que
gozaban en el entorno del presidente.
Impulsado por acontecimientos más contemporáneos fue cómo Beit-Tsvi
arremetió con su libro, en 1975. En ese momento, Israel y el
establishment sionista libraban una guerra encarnizada para que se les
abrieran las puertas de América a los judíos soviéticos candidatos a la
emigración; dicha guerra sólo concluyó exitosamente en octubre de 1989.
Como en los días de la secunda guerra mundial, los sionistas les negaban
a los judíos el derecho a elegir: debían irse a Israel sin remedio. Para
este fin, no retrocedían ante nada: ni ante el incremento del
antisemitismo en los países donde vivían comunidades judías, ni ante el
acoso de los estados que se hubieran mostrado favorables al arribo de
emigrantes judíos...
Este breve artículo tendrá dos conclusiones. Primero en cuanto al
problema histórico general de las relaciones históricas entre sionistas
y nazis. El sionismo, en particular su ala derechista (la que gobierna
en la actualidad en Israel) siempre ha sabido encontrar un terreno de
entendimiento con el fascismo. A lo largo de los últimos decenios, esto
se manifestó a través de la asistencia militar y tecnológica aportada
por Israel a los regímenes militaro-fascistas de América Latina, desde
el chileno Pinochet hasta los matones de El Salvador, o, poco antes, su
unión directa con Jacques Soustelle y la OAS, que ocasionó el divorcio
entre los sionistas y la Francia de De Gaulle. Notemos que hasta la
segunda guerra mundial, los miembros de las organizaciones sionistas de
derecha eran admiradores de Mussolini, al cual le habían ofrecido
asistencia en su guerra contra Inglaterra.
Con los nazis de Hitler, los sionistas no encontraron terreno de
entendimiento, y la historia todavía no ha establecido la existencia
eventual de contactos entre sionistas e hitlerianos, con la notable
excepción de las hazañas famosas de Kastner y Brand, dos emisarios
sionistas en Hungría, que la pasaban bien en compañía de Eichman y
Vislitsen. Y aunque objetivamente le hicieron el juego a los nazis, al
convenir con ellos que mejor era silenciar la exterminación de los
judíos de Hungría, a cambio de promesas mentirosas de Eichman y de
numerosas autorizaciones de salida para sus familiares, claro está que
no se sentían subjetivamente nazis. En los años sesenta, el Dr. Kastner
le formó juicio a un periodista israelí que lo había desenmascarado y
denunciado, pero el juicio no hizo más que confirmar la veracidad de
esta denuncia y un judío húngaro le cayó a palos en medio de una calle.
(El caso Kastner dio el argumento para una obra inglesa que causó
sensación. Esta obra se situaba en el ghetto. Suscitó debates judiciales
en Inglaterra, donde terminó prohibida de escenificación, bajo la
presión de los sionistas. Sólo se pudo llevar a la letra impresa, y eso,
“a cuenta de autor”.... Sin embargo, aquello de lo cual Beit-Tsvi acusa
a los sionistas, es de indiferencia hacia las víctimas, y no, de
vínculos directos con los nazis, al contrario de lo que sostienen
ciertos propagandistas del antisionismo.
La segunda conclusión tiene que ver con la historia de los judíos de
Irak, que demuestra que aún durante los años de post-guerra, los
sionistas no tuvieron escrúpulo alguno para alcanzar sus metas y no
tuvieron compasión de ‘su propio pueblo’. Esta historia la describe en
detalle un periodista israelí famoso, llamado Tom Segev, en su libro
titulado “1949”, al cual hay que agregar el libro El fusil y el ramo
de olivo escrito por el corresponsal en Medio Oriente del diario
británico The Guardian, David Hirst (ediciones Faber & Faber,
1977).
La emigración masiva de los judíos de Irak se consiguió mediante una
escalada de explosiones cada vez más potentes en las sinagogas de
Bagdad. Con el tiempo, se descubrió que los atentados eran realizados
por agentes de los servicios de información israelíes. Otro factor
poderoso había sido una campaña de comunicados incesantes publicados en
la prensa americana prosionista acerca de las “amenazas de pogromes” en
Irak (¡que recuerda los discursos sobre los pogromes inminentes en
Rusia, en 1990!). Sazón Kadduri, gran rabino de Irak, escribió en sus
memorias: “Hacia mediados de 1949, se desencadenó una guerra de
comunicados en América, y no era cosa ligera: los dólares americanos
debían salvar a los judíos irakíes, y no se averiguaba si necesitaban
que se les salvara... Pues todos los días, sucedían pogromes,
indudablemente pero... ¡solamente en las páginas del New York Times,
en los comunicados procedentes de Tel Aviv! ¿Por qué nunca nos hicieron
preguntas? ¡Eso sí que se lo habríamos dicho! En Irak, unos agentes
sionistas comenzaron a manifestarse, suscitando tensiones en el país y
prometiendo maravillas a los judíos irakíes. Se empezaron a desplegar
esfuerzos en vistas a obtener la autorización para una emigración
masiva, y también se empezó a acusar al gobierno irakí de “persecuciones
contra los judíos”. Por fin, bajo la presión de las manifestaciones y
del boicot comercial, el gobierno irakí capituló y publicó un decreto
autorizando una emigración masiva de los judíos, lo que equivalía a
expulsarlos del país. No hace falta decir que en Israel, los judíos
irakíes no encontraron las soñadas maravillas, sino una situación social
difícil. “Así, el sionismo había mostrado, una vez más, su rostro
brutal”, concluye David Hirst.
De modo que siempre es interesante rememorarse la historia, en estas
jornadas de junio, y más aún importa refrescarles la memoria a los
propensos al olvido...
Traducción al castellano: Maria Poumier