Mensaje de Navidad para los helenos
Por Israel Adán Shamir diciembre de 2003
(publicado en el semanario griego Antifonitis)
En esta estación de días acortados y largas noches, suelen los griegos, al
igual que sus hermanos palestinos cristianos ortodoxos, volver la mente no
hacia la neutral temporada de compras, como los yankis, ni hacia los
paraísos palatales, como los europeos occidentales, sino hacia la pequeña
ciudad de Belén en Palestina, donde tuvo lugar el milagro más profundo, y
nació el logos eterno bajo la figura del Hijo del Hombre; donde la gran
iglesia de la Natividad todavía está, donde sacerdotes griegos y palestinos
siguen cantando sus himnos a Nuestra Señora Teotokos y a su Hijo bendito,
pues Grecia está unida para siempre a la Tierra santa. Los helenos y los
palestinos formaron juntos la primera iglesia madre, estaban entre los
primeros apóstoles, y mientras nuestra Señora era palestina, las palabras
del Evangelio eran escritas en griego inmortal. Durante dos mil años,
griegos y palestinos pertenecieron a un mismo Estado, llamado sucesivamente
imperio romano oriental, bizantino u otomano. La sangre griega sigue
corriendo en las venas palestinas junto con la sangre de judíos y árabes, y
una misma fe nos reúne.
Os escribo en tanto miembro de vuestra iglesia hermana, miembro de la
iglesia ortodoxa griega de Jerusalén, pues aunque nací judío, por la gracia
de Cristo he sido bautizado en la maravillosa antigua catedral de Mar
Yakoub, la antigua sede episcopal de Santiago, hermano de nuestro Señor y
primer obispo de Jerusalén. Linda con el Gólgota y con la gran iglesia de la
Resurrección, y es la iglesia madre para la comunidad ortodoxa de los
palestinos de lengua árabe. A mí me bautizaron en la profunda fuente
octogonal bizantina donde tantos santos y obispos de tierra Santa recibieron
el bautizo. Todavía siento en la piel la dúctil suavidad del aceite de oliva
y la mirra fragante, después de algo más de un año. Desde entonces, celebro
con vosotros y con todos los cristianos ortodoxos nuestras fiestas
maravillosas; Epifanía en las orillas del Jordán, Anunciación en Nazaret,
Resurrección en el Santo Sepulcro, Ascensión en el Monte de los Olivos,
Transfiguración en el Monte Thabor, Dormición en el Valle de Cedrón,
Natividad en Belén.
Esta Tierra santa sigue siendo cristiana, en el desierto de Judea, la gran
Laura de san Sabas guarda el barranco de Wadi al-Nar, el Valle de Fuego. A
poca distancia, en el monasterio de san Teodosio, se sigue venerando la
tumba del gran escritor y monje griego palestino John Moschos, creador de la
Pradera espiritual. Los monjes griegos rezan en la Laura de san Jorge
edificada en la cueva donde estuvo ayunando Joaquín cuarenta días, mientras
que a Elías le alimentaban los cuervos. Y sigue viva en Cesárea la memoria
de Orígenes y Eusebio todavía.
Pasando hartos trabajos, no dejan los fieles de acudir a las iglesias de
Tierra santa. Belén y Nazaret, Taybeh y Rami, Kana de Galilea, Jaffa y
Lydda, Jifna y Bir Zeit, muchas aldeas y ciudades más permanecen tozudamente
cristianas. Aguantan presiones incesantes del Estado judío, asedio,
persecución y discriminación. Los cristianos palestinos nativos, hijos de
los Apóstoles, son la columna vertebral de la comunidad, y hace poco se les
han unido miles de rusos que inmigraron a Tierra santa y ahora se arrebañan
en las iglesias.
Sin embargo no todo está bien en la iglesia ortodoxa: mientras los católicos
tienen un obispo palestino (el Patriarca) y un nuevo obispo para los judíos
que se convierten, en la iglesia griega ortodoxa no hay un solo palestino
entre los veinte miembros del Sínodo. Mientras los laicos son palestinos, el
clero se mantiene sólidamente griego. En Cristo no hay palestinos o helenos,
por lo tanto esta situación no es sana ni es realista. De hecho, en el siglo
XIX todos los palestinos cristianos eran ortodoxos, pero desde entonces el
número de católicos y protestantes ha ido creciendo a expensas de la iglesia
ortodoxa. Los cristianos palestinos sienten que no tienen acceso al
sacerdocio en su iglesia madre. Peor aun, el clero ortodoxo siente su
vulnerabilidad y apenas participa en acciones unitarias con otras iglesias
en nombre de los palestinos sitiados. Estas acciones generalmente las llevan
a cabo católicos y otras iglesias más pequeñas, mientras que el lugar de la
denominación cristiana más amplia, la ortodoxa, permanece vacío.
La iglesia ortodoxa no intenta tampoco servir a la comunidad cristiana de
lengua hebrea que crece por día. Muchos judíos israelíes experimentan la
abundante gracia de Cristo en su Tierra y se vuelven hacia la iglesia,
renegando de la sinagoga. Se van a los católicos, o también a las iglesias
evangélicas desbordantes, porque no saben nada de la iglesia ortodoxa
griega. Esto es, por unas pocas razones, sumamente lamentable. Sin tregua,
los judíos se vienen dedicando a combatir a Cristo y la iglesia por lo cual
no hay ninguna posibilidad de paz en Tierra santa hasta que la posición de
la sinagoga no decaiga, y los judíos sean salvados por la iglesia.
La iglesia ortodoxa es la única iglesia que mantiene viva la llama de los
Apóstoles; gracias a la labor de san Basilio, san Gregorio y san Juan
Crisóstomo, posee una teología capaz de rebatir el paradigma judío más que
cualquier otra. Otras iglesias, incluyendo la iglesia católica después de
Vaticano II, han aceptado las demandas inaceptables de los judíos, y se han
sometido a las condiciones que san Pablo había rechazado. Aceptaron la idea
de las dos Alianzas, como si la antigua Alianza no fuera la misma que la
nueva. Así desembocaron a la extraña idea de dos pueblos elegidos, el Israel
carnal y la iglesia. La iglesia ortodoxa está todavía a salvo de esta
peligrosa herejía. La iglesia ortodoxa es la única que puede ofrecer una
verdadera salvación a los judíos que huyen de su credo supremaciíta. Y
ahora, cuando miles de judíos tratan de acercarse a Cristo, la iglesia
ortodoxa de Jerusalén no hace el esfuerzo suficiente para llevarles a Él.
Las leyes del Estado judío prohíben la evangelización, pero lo mismo hacían
las leyes de Tiberio, Nerón y Domiciano, y esto no detuvo a los primeros
mensajeros de la Buena noticia. Debería haber un esfuerzo para ayudar a los
judíos israelíes a alcanzar la salvación. Esto no se puede separar de la
cuestión del clero palestino, pues el clero palestino puede mostrar a los
israelíes que el camino de la iglesia es también el verdadero camino hacia
la paz.
El liderazgo griego posiblemente sea necesario durante un tiempo en la
iglesia ortodoxa de Tierra santa, pero si queremos que esta iglesia
sumamente importante sobreviva, debería promover a los cristianos palestinos
nativos a posiciones elevadas. De no ser así, tarde o temprano será
inevitable un cisma dentro de esta iglesia; y puede terminar como sucedió en
Antioquia, donde al clero griego se le echó de plano. Para seguir
defendiendo las posiciones muy importantes y muy necesarias de los letrados
y santos griegos, hay que llevarles a compartir. Cualquiera que quiera
tenerlo todo, se quedará sin nada, mientras el que comparta verá crecer su
parte.
No se trata de una cuestión teórica. El padre Teodosio Attalla Hanna, decano
de la catedral de Santiago en Jerusalén, es un sacerdote palestino ortodoxo
muy venerado, un hombre de gran cultura y elocuencia, nativo de Rami en
Galilea. Goza del apoyo y el amor de los ortodoxos palestinos. Se le debería
elevar a obispo y miembro del Sínodo, si queremos que la Iglesia florezca.
Hay una necesidad urgente de un seminario para los cristinos palestinos
nativos, tanto como para las comunidades rusas e israelíes ortodoxas.
La guerra en Tierra santa tiene una dimensión teológica, y alcanza los fines
del mundo. No cabe duda de que la creencia peligrosa y dañina del sionismo
cristiano es una tendencia judaizante y un resultado de la ignorancia
teológica. Los helenos no pueden lavarse las manos: vosotros debéis hacer un
esfuerzo consistente para corregir las faltas de la iglesia griega en Tierra
santa.
Escribo esto con gran amor por vosotros, hermanas y hermanos nuestros de
Grecia. Dejad a este neófito que os recuerde que la fe ortodoxa no es un
credo parroquial pequeño sino la ruta principal de la cristiandad. Hoy día
es la fe que abrazan millones de rusos; miles de católicos en Francia y en
los Estados Unidos, decepcionados por la herejía judaizante de Vaticano II
también miran hacia la iglesia ortodoxa. Mientras los judaizantes apoyan el
Nuevo orden mundial, la iglesia ortodoxa se mantiene inquebrantable en el
seguimiento del credo de los Apóstoles con su promesa a los pobres y
humillados. En Rusia, las voces más fuertes contra la hegemonía
estadounidense son las de los filósofos ortodoxos Alexander Dugin y
Alexander Panarin. Para un florecimiento renovado de la Iglesia, tenemos que
cuidar de sus raíces palestinas, pues una iglesia sin creyentes no es más
que un edificio vacío.
Los griegos tienen una misión importante en Tierra santa, y la pueden
cumplir abriéndole lugar a los cristianos nativos en su jerarquía. Ojalá
esto acontezca en el año 2004 después de Jesucristo.
Israel Adán Shamir, en Jaffa.
(Traduccion : Maria Poumier)