Nuestras
felicitaciones al pueblo turco
por
Israel Shamir
¡Felicitaciones al pueblo turco por la victoria
electoral del Partido islámico! Feliz
acontecimiento: el Oriente vuelve a Dios, y
encuentra su camino propio.
Istambúl sigue a Gaza,
y bajo el gobierno de AKP Turquía será amiga de la
Palestina gobernada por Hamás,
del Irán islámico, de la Grecia ortodoxa y de Rusia,
de las fuerzas religiosas que luchan contra la
ocupación en el cercano Irak. Volverá a ocupar su
glorioso lugar de pieza central en el mosaico
oriental, mientras que sus generales amigos de los
yankis y
odiadores de Dios, los
Dahlan turcos, tendrán que regresar a sus covachas.
La fe en Dios nos unifica, mientras que los
nacionalistas nos habían dividido.
El legado de
Ataturk, esta larga infatuación con doctrinas
nacionalistas, abusó de la buena voluntad con la que
fue acogida al principio. Ataturk, el fundador de
una Turquía postiza, llegó al poder en un país
diezmado a raíz de la Primera Guerra mundial. A
Turquía le tocó el destino de Austria: ambos países
fueron desmembrados por los angloamericanos
victoriosos. Los dos dieron nacimiento a dirigentes
ferozmente nacionalistas: Adolf
Hitler fue tan
antirreligioso y tan nacionalista como
Kemal Ataturk. No eran
los únicos: llegaron al poder regímenes igualmente
antirreligiosos en Rusia y en México. Ataturk hacía
ostentación de su desdén de la fe, tomando copas de
recio
raki
en pleno Ramadán y en lugares públicos, cuando
Lenin se mofaba de los
beatos “bozhenka”,
lo cual suena a “perrunos”. En el otro extremo del
mundo, japoneses y chinos se rebelaban contra Buda.
Hoy resulta
fácil criticar a Ataturk y sus predecesores, los
Jóvenes Turcos. Establecieron vínculos con las
fuerzas oscuras, con sionistas e imperialistas
occidentales, e incluso con los masones entonces
poderosos. Destruyeron la base multisecular del
imperio turco. Destruyeron la lengua y la cultura de
Turquía. En vez del grafismo árabe histórico,
obligaron a utilizar los caracteres latinos, con lo
cual convirtieron a millones de turcos en
analfabetos. La nueva manera de deletrear creó un
quiasma con la literatura antigua y las culturas
islámicas vecinas. Privatizaron las tierras y
crearon una nueva clase privada de tierra. Pero este
recuento no viene al caso ahora.
En realidad,
podemos comprenderlos. Los viejos regímenes habían
fracasado en cuanto a proteger a Oriente del pillaje
occidental, y en un sentido, el pueblo castigó a su
dios por este fracaso, llegando incluso a preferir
el dios occidental más eficiente del “con dinero
todo se resuelve”. Había una necesidad urgente de
modernización de la administración y el ejército, y
había que encontrar un nuevo lenguaje más adaptado a
las ideas occidentales. La fe estaba considerada
como el pilar que sostenía al antiguo régimen, por
lo cual había que tirarla por la borda. Sigamos
honestos en esta mirada hacia atrás: al hacerle
frente a las ofensivas armenia,
griega y británica, Ataturk salvó algo de lo que
podía salvarse, aunque perdiendo mucho de lo que
había que preservar.
Esta etapa
fue trágica, pero felizmente, duró poco. El pueblo
oriental tuvo un arranque de libertad desenfrenada,
como los escolares cuando la maestra sale del aula.
Pronto descubrieron que el lugar de la maestra
estricta lo tomaba un rufián de lo peor, y
descubrieron que su libertad no había sido más que
una ilusión provisional. Bajo el mando de los
seguidores de Ataturk, Turquía se encontró
colonizada por los Estados Unidos; brotaron bases de
la OTAN en sus playas y la Sexta flota se alojó en
sus puertos como en casa propia. Turquía se volvió
muy amiga del Estado sionista, a pesar de que los
sionistas habían contribuido mucho a la destrucción
del imperio otomano. Esta parte de la historia cayó
en el olvido, mientras que se promovía y regaba
artificialmente el cuento de “la traición del mundo
árabe”.
La
persecución de los creyentes duró más en Turquía que
en cualquier otra parte del mundo. Los rusos
repararon sus iglesias, los japoneses volvieron a
sus
jinjas,
cuando los turcos todavía no podían llevar barba o
traje nacional. La traductora de
Chomsky (que es
traductora mía también), nuestra amiga Fátima, sólo
pudo ponerse el
chador
la vez que visitó los Estados Unidos, aparte
llevarlo en la intimidad de su casa. Hoy día tenemos
la esperanza de que la vieja represión desaparecerá,
y que los turcos podrán dejarse crecer la barba como
el Che Guevara.
El mayor
problema para el régimen nacionalista fue su falta
de solidaridad. Las élites
nacionales no se preocuparon lo suficiente por la
gente, lo mismo en Turquía que en Palestina, pues
más que procurar la satisfacción de la gente común
les interesaba asegurarse de que los dejaran entrar
libremente al espacio europeo. Los creyentes, la
gente común y corriente de Turquía y Palestina,
tuvieron que crear sus propias comunidades de base
para proteger sus intereses vitales. De estas
asociaciones surgieron y se difundieron los partidos
islámicos. Son la verdadera expresión de la voluntad
popular, y confiamos en que permanecerán
incorruptos.
Esta
victoria es muy importante para Palestina, donde el
gobierno libremente elegido de
Hamás fue reducido a la impotencia por Israel
y por los dóciles americanos y europeos. Ahora hay
una posibilidad de quebrantar el bloqueo sionista.
Se trata de una victoria importante para el mundo
entero, pues una Turquía islámica no ayudará a USA
en su ataque pendiente contra Irán. Confiamos en que
los turcos prohíban a USA utilizar sus bases y
puertos, echando así a perder los planes de
invasión.
Los partidos
nacionalistas metieron la pata profundamente, al
impedirle al partido islámico legalmente elegido
nombrar con todo derecho un nuevo presidente, y se
dirigieron a Europa en tono plañidero, con lo cual
socavaban seriamente el gran proyecto de
Kemal Ataturk. Antes de
causar mayor daño, deberían mirar hacia el ejemplo
de sus hermanos, los generales argelinos del FLN y
los caudillos de Fatah en Palestina, que le negaron
la victoria legalmente obtenida por la vía electoral
a los partidos religiosos, causando guerras civiles,
y despertando un gran odio en el pueblo, al
estafarlo totalmente en sus convicciones morales.
Hay fuerzas occidentales que están listas para
respaldar a cualquier general sediento de sangre con
tal que no permita que se cumpla la voluntad
popular, pero ningún hombre cuerdo aceptará
semejante arreglo.
El Partido
islámico AKP no es homogéneo, comporta elementos pro
americanos y pro orientales, de modo que su victoria
no pasa de ser el principio de algo, de ninguna
manera el final. Nuestros amigos de este partido
pueden estar seguros de tener un apoyo masivo, si se
atienen a su línea independiente: cálida amistad con
Palestina, Irán y Rusia, plena cooperación con las
vecinas Grecia y Siria, firme protección a
Turkmenistán, Azerbaiján y Uzbekistán, rechazo
vehemente del régimen de ocupación en Bagdad,
incluyendo a su testaferro kurdo, apoyo generoso a
los movimientos islámicos amistosos en todo el ex
imperio otomano, incluyendo a
Hezbolá y a los Hermanos musulmanes.
Desmentirán el aserto
judeoamericano acerca del “Islam tiránico” a
medida que creen una sociedad solidaria, justa,
humana y tolerante.
Habrá muchos
cambios en el Este. Si ganan nuestros enemigos, el
Este se desintegrará en un rompecabezas de
caudillos y feudos de bandas armadas. En esto
convirtieron al imperio otomano, es lo que han
logrado en Irak, es lo que están haciendo en
Palestina, y lo que tienen pensado hacer en Irán.
Pero hoy día, después de estas elecciones, esta
secuencia no es la única posible. La victoria del
AKP constituye un punto de giro, que nos aleja de la
desintegración auspiciada por el Oeste, y nos
encamina hacia una nueva integración del Este.
Traducción: Maria Poumier