Langosta iraní
30 de abril de 2006-05-06
“Irán
encarna la mayor amenaza desde los nazis”, dijo el ministro
de defensa israelí Shaul Mofaz, según The Guardian;
“el mundo no debe esperar” : desde Hitler, nosotros los
judíos nunca hemos confrontado una amenaza tan grande como
la que reprensenta Mahmud Ajmadineyad, quien “una vez más ha
escandalizado al mundo entero al recomendar la reinstalación
de los judíos israelíes en Europa”...
¡Qué difícil complacer a esa gente! En los
años 1930, Hitler preconizaba la instalación de los judíos
fuera de Europa. ¿Qué hicieron entonces los judíos? Le
declararon la guerra. Hoy en día, Ajamdineyad invita a
reinstalar a los judíos en Europa. ¿Qué hacen los judíos?
Una vez más, replican con toques de guerra... Pero bien
puede ser que le haya fallado la puntería a The Guardian
en su reportaje, y lo escandaloso sea, en realidad, el hecho
de que los europeos les encajasen a los palestinos la tarea
de albergar, contra su voluntad, a estos huéspedes
complicados.
Como quiera que sea, me permito una opinión
divergente: el presidente Ajmadineyad es la mayor amenaza
después de Gérard de Nerval, aquél poeta francés llameante,
que paseaba una langosta atada con un lazo azul, como otros
llevan su perro, en los jardines del Palais Royal, con el
propósito de “épater le bourgeois”. ¡Alma poética, en
verdad, la de este “enfant terrible” como ninguno.
Ajmadineyad quiso despertarnos de nuestra interminable
siesta digestiva. ¿Qué culpa tienen los iraníes si “judío”
es la única palabra mágica que nos saca de nuestra modorra?
Las picardías sexuales ya no lograrían conmover a un niño
recién egresado de su clase de prevención del sida. Un
ataque contra el cristianismo recibiría el aplauso de los
innegables maestros del pensamiento europeo, Señores
Sauerkraut y Finkelkrot. En esta edad post-moderna en que
los Monólogos de la Vagina han entrado al repertorio
de las funciones de matinée en los teatros, no es tan fácil
epatar a una burguesía hastiada de todo. Si Ajmadineyad
llamase a la instalación de seis millones de musulmanes
europeos fuera de Europa, no suscitaría ni un pestañazo,
salvo la protesta de Oriana Fallaci y el Sr. Le Pen, que tal
vez lo calificarían de plagio. Si llamásemos a borrar a
Francia del mapa, los franceses ni siquiera se levantarían
del asiento, pues consideran que ya rigen, en Bruselas, las
directivas en este sentido.
Yo admiro a Ajmadineyad. No en cuanto
político, pues dejo a los iraníes evaluar sus méritos;
tampoco en cuanto predicador: se lo dejo a los musulmanes.
Pero sí como auténtico poeta que desenmascara nuestra
hipocresía, y degüella a nuestra última vaca sagrada. Esta
es la única explicación posible para sus hechos y dichos,
pues los iraníes no tienen el menor motivo para interesarse
por el holocausto judío. Nadie les acusa por ello, ni
siquiera el Sr Yehuda Bauer del Instituto del Memorial de
Jerusalén, propenso a la acusación del mundo entero por
haber fallado en salvar a los judíos. Los persas, desde Ciro
hasta Hosroes y el último Sha Resa Palavi, siempre han sido
benévolos con los judíos, e incluso en estos días de locura
hay una numerosa y próspera comunidad judía en Irán.
Ajmadineyad habló del Holocausto como Hillary partió a la
conquista del Everest: simplemente porque lo ve como un
desafío.
Los inocentes historiadores revisionistas
estaban tan excitados, cuando empezó a coquetear con la idea
de “destapar al fin la verdad”. Prepararon sus pesados
libracos y diagramas sobre consunción por el gas y
temperatura de los cuerpos. Pero a Ajmadineyad le importa la
realidad de los sucesos de la segunda guerra mundial tanto
como a Nerval le importaba amaestrar a su langosta.
Aceptar el dogma del Holocausto es un signo
de sometimiento al eje Tel Aviv New York, un signo del nuevo
colonialismo. Ajmadineyad lo rechaza de la misma manera que
san Pablo se negó a acatar los viejos mandamientos rituales
según Noé: no porqué san Pablo quisiera compartir los
sacrificios paganos, sino que no quería recibir órdenes de
los judíos.
Los dirigentes europeos, dóciles para apoyar
a criminales de guerra comprobados
-como
George W. Bush, asesino de innumerables iraquíes, afganos y
árabes a tutiplén, o Shaul Mofaz, que se cargó a una niña de
ocho años (entre centenares de otras muertes) en Gaza
sitiada la semana pasada-
dócilmente pues, expresaron su indignación. No protestaron
cuando Israel bombardeó y masacró a Gaza indefensa. Cuando
los políticos israelíes amenazaron convertir a Irán en
“desierto radioactivo”, no lo consideraron “incitación al
genocidio” . Por todo esto, el presidente Ajmanideyad, con
su desafío, ha salvado el honor de la raza humana, como sólo
un poeta puede hacerlo.
Admiro a Iran, por el carmín de sus
rosedales y el azul de sus viejas mezquitas, por la belleza
arrobadora de sus mujeres, de negras pestañas y negro chador
que resaltan su tez alba y luminosa. Admiro a Irán por sus
pinturas maravillosas, que sobrevivieron los estragos
iconoclastas. Admiro a Irán por la sutileza espiritual de
sus poetas, que supieron vincular su amor por las mujeres
con la adoración de Dios en un mismo canto, lo mismo que se
da en el Cantar de los Cantares. Rumi y Jami, Sa’adi y
Ferlusi, Hafiz y Omar Khayan están entre los poetas más
audaces y sinceros que agraciaron este planeta nuestro.
Ajmadineyad es heredero de su tradición, y es un atrevido
burlador de nuestra hipocresía, es el muchacho que supo ver
lo que había detrás del nuevo traje del emperador. Aun si el
yanki pulverizase a este endemoniado, e hiciera polvo los
jardines de Shiraz como lo hizo una vez con los capullos de
Nagasaki, nos sentiremos orgullosos de Ajmadineyad, aquél
contemporáneo nuestro que tuvo la osadía de pisarle el rabo
al tigre.
II
La reacción de Estados Unidos y Europa ante
el programa nuclear iraní fue la del dueño de esclavos Simon
Legree en La Cabaña del Tío Tom, cuando se entera de
que un esclavo se fugó. ¿Cómo se atreve este moreno con los
juguetes del amo? Sus frases huecas sobre la “amenaza irani”
va dirigida a los ignorantes, pues Irán jamás ha atacado a
una nación europea desde las guerras por el control de
Anatolia, en el siglo V antes de Cristo; mientras que los
imperialistas europeos ocuparon y dominaron a Irán, en fecha
tan reciente como 1942, y por testaferros en 1953, cuando
derrocaron a Mosadek, elegido democráticamente, y reanudaron
su control sobre esta antigua nación.
Es cierto, el colonialismo al estilo antiguo
ha muerto. Inglaterra no puede gobernar en Irak, ni Francia
en Argelia, pero el nuevo colonialismo colectivo, el del
núcleo imperialista de los países occidentales altamente
industrializados sobre el resto del mundo no es nada mejor.
Los antiguos amos han decidido unir sus recursos y poderes
para administrar juntos a sus esclavos de antaño. Se
apartaron del modelo ateniense según el cual el ciudadano
tenía un esclavo, para adoptar el modelo de Esparto, donde
los esclavos les pertenecían a todos los espartanos. En este
nuevo universo colectivamente imperialista, los Estados
Unidos son el brazo que instrumenta el nuevo colonialismo,
mientras que la cabeza, la ideología, la suministra un
amplio sindicato que unifica y coordina a la mayoría de
periódicos y redes de influencia tanto de derecha como de
izquierda, desde Madrid hasta Moscú y desde Texas hasta
Tombuctú, no obstante sus alardes de competición y
rivalidades.
Este sindicato es la base real del poder de
aquello que dos universitarios estadounidenses, John
Mearsheimer de Chicago, y Stephen Walt de Harvard (M&W para
acortar) han dado en llamar educadamente el “lobby israelí
en Estados Unidos”, aunque en realidad persiguen otra cosa
más allá del Estado israelí. Sin dejar de aprobar plenamente
el desafío de M&W, diríamos que han minimizado el problema,
lejos de exagerarlo, pues se trata de un fenómeno global, y
no local, limitado a los Estados Unidos. La temible AIPAC no
es más que la punta visible del iceberg debajo del cual
yacen kilómetros de hielo sólido: los dueños de los medios
masivos, los jefes de redacción y sus mandarines, los
maestros del discurso, en total. Como por arte de magia, la
crisis iraní de golpe lo ha hecho saltar a la vista de todos
: unánimemente han puesto el grito en el cielo, como la
legión de los demonios en la sinagoga de Cafarnaún, en
respuesta a las palabras de Cristo.
En su estimulante discurso, dijo
Ajmadineyad: “la amplia red del sionismo lleva décadas al
servicio de los imperialistas”. Aquí se podría abrir un
debate acerca de cuál de los dos sirve al otro, los
sionistas o los imperialistas. Es un caso típico de
revolución empresarial : los judíos son los managers de los
imperialistas, hasta el momento en que se apoderan del show,
dirían algunos. Nada de esto, han seguido dóciles al señorío
imperialista mayor, argumentan otros. Cualquiera sea nuestra
opción, no cabe duda de que sionistas e imperialistas están
íntimamente integrados y mezclados; en todo caso, si uno
acepta la idea de amenaza iraní contra Israel, uno está
suscribiendo a este matrimonio diabólico.
Las naciones que rechazan a los Maestros del
discurso se encuentran sojuzgadas por fuerza. Un armamento
nuclear vale como irrebatible igualador, como fungía el Colt
en el Oeste, cuando se decía que “la Declaración de
independencia proclama que todos fueron creados iguales,
pero el coronel Colt es el que concretó este presupuesto.”
Con vistas a impedir los excesos en la igualdad, los
pioneros procuraban que los nativos no tuviesen manera de
empuñar el Colt. Es la misma política la que lleva a cabo
Occidente en su tentativa para mantener el poder nuclear
fuera del alcance de los iraníes.
Hace pocos días, me invitaron a un debate en
el Canal Uno de la televisión rusa, donde el supuesto jefe
del buró de la BBC en Moscú preguntó para qué necesita Irán
tener mísiles balísticos, antes de listar el arsenal de los
mísiles iraníes. Pero no me pudo contestar la pregunta
siguiente: ¿para qué necesitan los pacíficos ingleses sus
mísiles balísticos y sus armas nucleares? Con razón, pues
¿para qué les pueden servir estos trastos a nadie? Sin
embargo, si Inglaterra con su largo y sangriento historial
de dominación del Tercer mundo, desde Irlanda hasta Japón,
puede tener esos juguetes, entonces forma parte del deber de
cualquier país importante tratar de proteger a su pueblo de
los caprichos de los amos occidentales.
Pues sí, Irán sigue trabajando para un
programa de energía nuclear civil, pero en el caso de que
dicho país decida fabricar la bomba, debemos respaldar esta
decisión, pues esto traerá paz. De hecho, pocas personas
contribuyeron más a la causa de la paz mundial que Julius y
Ethel Rosenberg y sus asociados Harry Gold y Klaus Fuchs.
Estos gigantes comunicaron los secretos de los artefactos
nucleares americanos a Rusia, con lo cual salvaron a Moscú y
San Petersburgo del destino de Hiroshima. Sin su gesta
heroica, los amos coloniales habrían convertido a Rusia en
desierto radioactivo. José Stalin le pasó los datos del
manejo de dichas armas a la China emergente, y fue otra
excelente hazaña, pues de lo contrario, se habrían
abalanzado sobre Viet Nam con el mismo estilo practicado con
Japón.
El escudo nuclear ruso es lo único que
Gorbachev y Yeltsin no desmantelaron cuando destruyeron la
Unión Soviética, posiblemente porque no se les ocurrió que
las fuerzas patrióticas pudiesen jamás volver al poder en
Moscú. Esta protección les permite a los rusos permanecer
impávidos ante las monsergas de frau Merkel, y les da la
libertad de elegir, entre vender su petróleo y su gas a
Europa, o invertir la corriente hacia China. Le permite a
los bielorusos tener el presidente al que han elegido por
enorme mayoría; de lo contrario, Lukashenko compartiría el
destino de Noriega y Milosevic por su terca negativa a
vender las riquezas de Bielorusia a George Soros. Dejad a
los iraníes también tener la libertad de sus elecciones, y
restaurar el equilibrio en la región.
La triste historia de Irak es la mejor
demostración de que el desarme y el acatamiento no son
ninguna opción. Saddam Hussein autorizó a los buitres de la
Agencia Internacional de la Energía a registrale los
bolsillos, y terminó con sus huesos en la cárcel, y con su
país ardiendo en ruinas. A Ajmadineyad le salió mejor, al
contestar a la demanda USraelí de desarme con el soberbio
estilo de aquél capitán de la guardia francesa en el campo
de batalla de Waterloo. “!A desarmar, valientes soldados!”,
dijera el general inglés: a lo cual “¡mierda!” contestó
Cambronne sobriamente.
Y para los sinceros amantes del bienestar
israelí diré lo siguiente : Irán no es el peligro, pues
nadie quiere asesinarnos. La verdad es que los judíos
podrían vivir perfectamente bien en Palestina. Si hubiéramos
hecho las paces con los habitantes nativos de Palestina en
1948, habríamos conservado nuestro hogar común, Palestina,
como el deslumbrante escaparate del Medio Oriente, con el
petróleo iraquí llegando a chorros a las refinerías de Haifa
y los trenes de Bagdad al Cairo transitando por Lydda y
Jaffa, con los peregrinos musulmanes haciendo una pausa en
Jerusalén anualmente, camino a la Meca, con los cristianos
pisando las huellas de Cristo de Belén hasta Nazaret, y con
los judíos haciendo su aliya (palabra que se refiere al
peregrinaje anual a Jerusalén, lo mismo que el haij, nada
que ver con una inmigración permanente a Palestina como
pretenden los sionistas). Bastaría con echar por la borda la
vieja y sucia costumbre del separatismo y la dominación.
Estamos a tiempo aún, después de sesenta
años y tantísimos muertos. Para lograrlo, debemos retomar la
advertencia de Ajmadijeyad : “dejad borrar del mapa regional
al Estado judío exclusivo, sustituidlo por un solo Estado
para todos los ciudadanos del lugar, judíos o no.” El
derecho a gobernar le pertenece al pueblo entero de
Palestina, sean musulmanes, cristianos o judíos”, dijo
Ajmadineyad, y vaya, pues : sólo un supremacista judío
podría poner reparos a estas palabras.
Cuando dije esto en el debate televisivo en
Moscú, me atacó el presidente de un tal Congreso judío ruso
y director de un Instituto sionista para el Medio Oriente,
un tipo gordo, lleno de granos y con panza colgante, una
auténtica caricatura sacada de Der Stummer, con el
improbable nombre de Satanovsky. “Aquí en Moscú no creemos
en democracia, y mis muchachos judíos te van a arrancar las
pelotas, como hicieron con unos cuantos tíos de tu calaña.
Israel seguirá siendo un Estado judío para siempre”. Este
tipo de mafiosos son los verdaderos dirigentes del lobby
judío y los promotores del Estado judío en el extranjero.
Este tipo de gente es el que dirige las organizaciones
judías en Rusia, en América y donde quiera. Necesitan un
Estado judío para salir huyendo de sus países en el día de
la ira, pero nosotros, los ciudadanos llanos de Israel, no
lo necesitamos.
De todas formas, la mafia no puede gobernar
para siempre. Tomo fuerzas en las palabras de Ahmadineyad:
“El árbol joven de la resistencia en Palestina está
retoñando y hay retoños de fe, y deseos de libertad
floreciendo. El régimen sionista es un árbol hueco que se
está viniendo abajo, la próxima tormenta acabará con él
(recordad la parábola del árbol estéril, I. Sh.). Palestina
es el punto de encuentro entre lo justo y lo erróneo. El
destino de la región se decidirá en la tierra de Al-Qods y
será un gran honor haber tomado parte en la victoria de
Palestina”. La victoria de Palestina es nuestra victoria, y
nos sentiremos felices de compartirla.
“Ahora bien, ¿tendremos guerra?” se nos
pregunta a menudo. No soy de la confianza de George Bush, él
no me comunica sus planes. Pero mientras los guardianes de
la izquierda dicen que el petróleo sería el motivo para la
guerra, a mí se me ocurre que el petróleo podría ser el
motivo para la paz. Ya que el precio del petróleo anda por
encima de los $70, el presidente Bush va a tener que decidir
si quiere sobrevivir a la próxima subida por encima de los
$120, a no ser que sus electores en los Estados más
afectados acepten con alegría el consejo de Eran Lerman, el
presidente del Congreso judío americano, y director de su
Oficina Israel-Oriente Medio (anteriormente miembro de los
servicios de inteligencia israelíes) : dejar de utilizar sus
coches un día sí y otro no. Bush tiene el poder de apartar a
los Estados Unidos fuera de esta carrera peligrosa, y
decirle a los mandarines del Congreso judío basta ya.
Para mis paisanos israelíes : os recordaré
nuestra antigua tradición de amistad con Irán. Hace dos mil
años, un lienzo procedente de la antigua capital iraní Susa
fue presentado en la puerta oriental del templo judío en
Jerusalén. La Mishna (Berakoth 9) recomendó que se tuviera
mucho cuidado con esto: “¡no demostréis jamás falta de
respeto a la puerta oriental!” Según Rambam, esto se hizo
para que guardasen temor al rey de Persia. Vale la pena
recordar esta tradición, y preservarla.