Vox Populi
(Mi felicitación al pueblo de Tierra Santa)
por Israel Adán Shamir
Traducción del inglés : María Poumier, miembro de
Rebelión y Transtlaxcala, la agrupación de traductores
por la diversidad lingüística
transtlaxcala@yahoo.com; esta traducción es copyleft.
Queridos compatriotas, hijos e hijas de Palestina,
habéis desafiado las órdenes de los muertos en vida,
habéis ignorado las amenazas de sus lacayos en
Washington, Londres y Bruselas. Habéis elegido el
partido de la fe y la resistencia. Habéis manifestado
vuestro espíritu incólume bajo la opresión. ¡Me siento
tan orgulloso de vuestro noble atrevimiento, de vuestra
terca creencia en Dios, de su rechazo desafiante al
diktat de Tel Aviv!
Más aun, bajo la ley militar extranjera, sois el pueblo
más libre del mundo, el más vertical y el de más resorte.
Más libres sois que los USamericanos que se doblegaron
bajo el Patriot Act, más libres que los europeos que
repiten las instrucciones de Washington y acosan a Irán
con amagos de sanciones y guerra. Sois más religiosos
que el Vaticano, donde se juega con la idea desatinada
de embellecer a Judas con vistas a caerle en gracia a
los judíos. Ni siquiera podéis moveros de una adea a
otra sin el permiso judío, y sin embargo sois libres
espiritualmente, y es lo que más importa. Hoy cuando
todavía matan a vuestras hijas e hijos, no pueden matar
vuestro espíritu indomable.
Vox populi – vox Dei, decían los romanos : la voz
del pueblos es la voz de Dios, y como cualquier oráculo,
se puede inerpretar de varias maneras. Se puede ver como
la elección normal y conforme a la ley del partido de
oposición después que el partido gobernante se excedió
en su permanencia. O se puede ver como el cambio de
generaciones en el poder. Se puede entender como un
rechazo a la voluntad de la Autoridad Nacional Palestina
de abandonar a los refugiados y renunciar a al Aqsa, un
rechazo a su incapacidad para atraer a la joven
generación de Marwan Barghuti y los guerreros de la
Intifada. Se puede entender como el voto por un gobierno
limpio, sin corrupción.
Pero estaremos errando si no tomamos en cuenta la
lección espiritual de esta elección. El islam es una
forma autóctona, oriental, del cristianismo, cercana a
la iglesia nestoriana del Padre Juan. Es una fe en la
solidaridad y la igualdad. El pueblo autóctono de Tierra
Santa rechazó el paradigma materialista neoliberal de
Mammón, y ha elegido el camino propuesto por el gran
poeta anglo-usamericano TS Eliot, que proponía crear una
verdadera sociedad cristiana. Podemos seguir su ejemplo
y elegir la solidaridad y el espíritu en lugar del
consumismo y la agresión.
La Tierra Santa no será profanada, ni podrá serlo. La
idea insana de convertirla en una base militar, un
refugio para rufianes, y la capital mundial y judía de
las agencias de encuentros gay ha fracasado. El islam es
excesivamente generoso y tolerante hacia todos los
creyentes, ni los cristianos religiosos ni los judíos
píos tendrán problema alguno con lo que decidan sus
hermanos. Tampoco los de mente libre tienen por qué
temer : gozarán de los beneficos de una sociedad que los
proteja. El gobierno de Hamás en Bethlehem ha demostrado
que no hay por qué temer. Los dirigentes de Hamás han
expresado su voluntad de compartir el poder con sus
hermanos del Fatah.
¿Debería el parlamento dirigido por el Hamás reconocer
el Estado judío supremacista y racista? En absoluto.
Debe rechazar la partición e invitar a todos los
residentes permanentes en Tierra Santa a formar juntos
una nueva autoridad para la Palestina entera, desde el
río Jordán hasta el mar. Debe retomar la lección de
Grecia que se negó a reconocer la exrepública macedonia
de Yugoslavia con el nombre de Macedonia, porque este
nombre ya tiene dueño. De la misma forma, el noble
nombre de Israel no le corresponde al Estado judío.
Puede pertenecer a la iglesia cristiana, como creemos
nosotros, o bien a los judíos religiosos, como piensan
ellos, o incluso a los descendientes carnales del Israel
histórico, los Samaritanos de Nablús, pero no es un
título que le convenga al Estado sionista. No deberíamos
usar el sagrado nombre de Jerusalén como sinónimo del
gobierno sionista tampoco. Occidente nunca ha llamado al
gobierno de la República democrática alemana RDA con el
nombre de Berlín, lo que les habría dado la legitimidad
de la cual carecían: la llamaron “Gobierno de Pankow”,
siguiendo a los vecinos de Berlín, la ciudad donde
estaban basados. De la misma forma, podemos referirnos a
la autoridad judía por el nombre de su sede de facto,
Tel Aviv, y procurar sustituirla por un gobierno
identificado con la ciudad santa de Jerusalén.
El Estado judío racista nos prohibió, a nosotros, sus
ciudadanos, prticipar en esta elección, y os impidió a
vosotros votar en la Knesset en Jerusalén. Que estas
elecciones separadoras de autóctonos y paisanos
adoptivos, todos hijos de la Tierra Santa, sean las
últimas.